Nuestra particular via láctea
Una mirada, capaz de erizar la piel, el recuerdo de un sabor inconfundible y a continuación sentir el vaho en tu nuca las manos recorriendo las tuyas y un abrazo prisionero. Que la lengua abra el camino susurrando desde tu oído bajando por tu cuello a la clavícula y morder hueso. Querrán mis manos perderse entre tus pechos y jugar mis dedos en la cima del cielo y rodar cadera abajo. Querrán mis rodillas postrarse a tu reino y mi saliva, como esquirlas, claven palabras de deseo a lo largo de tu espalda y volver a morder las nubes de tus andares buenos. Rodearé tu figura desnuda postrado a tu deidad, la única que merece mi ruego, y hundiré mis plegarias en tu centro deleitandome de piernas y muslos internos bebiéndote hasta hartarme de tus gritos de tus infamias, rozando y vibrando mis labios y tus labios y azotar el volcán de tus gozos. Tras el primer devenir de tu marea y tu oleaje, perfumarme de la miel de tu esencia, y erguirme victorioso ante tus imploros y fundirno...